Las realidades omitidas de la violencia en Centroamérica

Las realidades omitidas de la violencia en Centroamérica

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"Viví con mis padres hasta los 4 o 5 años, se separaron porque mi papá golpeaba a mi mamá…es que era celoso. Mi papá tomaba mucho, a veces agarraba zumba una semana, a veces hasta 15 días. Nos fuimos a vivir con mi abuela, no teníamos donde ir", testimonio recogido como parte de la investigación para el estudio regional sobre juventudes expuestas a violencia en Centroamérica (Infosegura 2017-2020) [1].


La violencia aparece en la vida de muchas personas desde edades muy tempranas y permanece empecinada a lo largo de esta. Las situaciones como la descrita en la cita que abre este artículo no son inusuales en nuestros contextos Centroamericanos. De hecho, datos del Observatorio de Estadísticas de Género de El Salvador indican que en el 2018 hubo 20,723[1] hechos de violencia contra las mujeres a nivel nacional, mientras que Costa Rica reportó 20,130[2] y Guatemala un total de 50,645[3]. Centroamérica es considerada como una de las regiones con mayores índices de violencia a nivel global. Por lo general, al hablar sobre la violencia de la región, existe una consistencia discursiva que gira en torno a tres graves problemas, cuyo entramado innegablemente mina la convivencia armónica de nuestras sociedades: los homicidios de hombres jóvenes, las pandillas y el narcotráfico. Sin embargo, existe un universo de violencias que permanece a la sombra de nuestra consciencia, deber y actuar social. Su incidencia permea los cimientos del avance hacia el desarrollo de sociedades justas, pacíficas e inclusivas: el universo de las violencias contra las mujeres. La violencia afecta de manera diferenciada a las mujeres y a los hombres, como se muestra en el Gráfico 1. Existe una marcada disparidad en la magnitud de la afectación que sufren las mujeres en comparación con los hombres. Durante la niñez, estas se convierten en víctimas principales de la violencia a edades más tempranas, sufren distintos tipos de violencia de forma simultánea y reiterada, y el riesgo de verse afectadas permanece presente a lo largo de todo su ciclo de vida.

Gráfico 1. El continuum de la violencia afecta de forma diferenciada a hombres y mujeres de 2017 a 2018.

Mujeres Hombres [caption id="attachment_3342" align="aligncenter" width="1140"] Fuente: Elaborado por Infosegura con base a datos oficiales de PNC, El Salvador;  MP y PNC, Guatemala; MP, PNC, UTECI y SEPOL, Honduras, 2017-2018.[/caption] Una característica importante de este universo es que, a pesar de tener recientes avances en las legislaciones, tipificaciones y registros, una gran parte de este sigue estando lejano a nuestra percepción. No logramos todavía ver ni comprender el panorama completo de la problemática. Una razón de peso que incide en este hecho es que nuestras sociedades han naturalizado la violencia de tal forma que nos cuesta reconocerla cuando esta no se expresa en golpes o agresiones sexuales. La tolerancia social nos obstaculiza el reconocerla cuando “solo”: cuando solo le arrebata el celular, cuando solo le alza la voz, cuando solo la avergüenza, cuando solo es una mirada lasciva en la calle, cuando solo es un chiste pasado de tono. Cuando la realidad es que, en muy raras ocasiones, la violencia contra la mujer es un hecho aislado. Es más bien un fenómeno reiterativo, un proceso donde esta va escalando en frecuencia y gravedad. Una realidad que ilustra una de las dificultades de la comprensión del panorama es determinado por la cantidad de denuncias de violencia sexual. A pesar de los esfuerzos para registrar estos hechos, no ha sido posible tener una cifra de su magnitud real. Este sigue siendo uno de los delitos que menos se denuncia. Datos de la Encuesta Nacional de Violencia contra la Mujer de El Salvador del 2017, logró establecer que 1,790,440 mujeres manifestaron haber sido víctimas de algún tipo de violencia en algún momento de sus vidas. No obstante, apenas 549 interpusieron una denuncia. Esta discrepancia es causada por una pluralidad de factores: la minimización de las agresiones sexuales por parte de muchas mujeres cuando se da contextos de pareja, la intimidación ejercida por agresores que típicamente se encuentran dentro de un círculo íntimo, el estigma social y la falta de confianza institucional debido a los altos índices de impunidad son algunos de los factores más recurrentes. Existen también brechas para identificar y cuantificar los diferentes tipos de violencias que ejercen las nuevas modalidades de crimen organizado a nivel comunitario e individual. Es necesario ahondar el entendimiento de algunas interrogantes, por ejemplo: ¿difiere la magnitud de las violencias contra la mujer en los territorios controlados por organizaciones criminales?, ¿de qué manera y qué lo determina?, ¿hay alguna relación entre las desapariciones, los femicidios/feminicidios y las pandillas? ¿existe un rol del crimen organizado en la trata de personas?, ¿cómo inciden las violencias en grupos específicos de mujeres como las menores de edad, adultas mayores, las embarazadas, las mujeres con discapacidades o las que forman parte de la comunidad LGBTI? La violencia contra la mujer es un término relativamente nuevo que recién empieza a ser visibilizado, y el cual ha sido tradicionalmente relegado de la intervención gubernamental hasta décadas recientes. Si bien, hoy en día tenemos un asomo fundamentado sobre la magnitud de los vejámenes que marcan las vidas de tantas mujeres, no cabe duda de que todavía hay un camino por recorrer para medir con precisión, profundizar la integración de la perspectiva de género en las agendas de seguridad ciudadana y agregar más evidencias y realidades al estribillo discursivo de lo relativo a la violencia en Centroamérica. En la conmemoración el día de la mujer, inevitablemente surge la pregunta ¿hasta cuándo vamos a seguir omitiendo, tolerando, legitimando, silenciando e invisibilizando la violencia contra las mujeres? ¡Basta ya!   [1] PNUD-Proyecto Infosegura (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo- Proyecto Regional Infosegura) (2020). Una mirada a las juventudes expuestas a violencia en el norte de Centroamérica desde un enfoque de vulnerabilidad y resiliencia humana. [1] Observatorio de Estadísticas de Género, Dirección General de Estadística y Censos de El Salvador, 2018 [2] Observatorio de Genero, Poder Judicial de Costa Rica, 2018 [3] Instituto Nacional de Estadísticas de Guatemala, 2018