¿Puede el blockchain cambiar la forma de gobernar las ciudades?

Foto de Marc-Olivier Jodoin en Unsplash

Las ciudades, como las máquinas, son cada vez más inteligentes. Desde los muchos municipios pequeños que han instalado ya, por ejemplo, medidores inteligentes para controlar el consumo de energía eléctrica, hasta las grandes metrópolis que se han rendido a la tecnología, el ecosistema de las ciudades inteligentes es un gran desafío para la gobernanza a pequeña o gran escala. Y se puede hacer bien, o mal.

Todo funciona como un "sistema de sistemas". Hay sistemas de iluminación inteligente de las calles, de automatización de edificios, de gestión de emergencias, de seguridad y control de acceso a instalaciones públicas, redes inteligentes, generación de energía renovable, tratamiento y suministro de agua, gestión de transporte público, etc. La interconexión de todos ellos es lo que crea un sistema de sistemas.

Y aunque todo suene un poco futurista, el concepto de ciudad 3.0 no es nuevo. Todos esos sistemas ya funcionaban de forma independiente mucho antes de que se acuñara el término "ciudades inteligentes". La diferencia es que ahora, científicos e ingenieros, están intentando integrar toda la información de estos sistemas dispares en uno solo para poder evaluar el rendimiento general, así como el estado de la ciudad, sus posibles fallas y aportar soluciones. 

En la región, el Sistema de Información y Gestión para la Gobernabilidad Democrática, SIGOB del PNUD, lleva más de 25 años promoviendo la gobernanza mediante la transparencia, la efectividad, la interacción entre las instituciones, y del Estado con la sociedad, etc., con las nuevas tecnologías y el uso de big data como grandes aliados.

Herramientas como METAS, Plataforma ODS, TRANSDOC, TRE o SIGOBito se han implantado ya en 27 países de la región para promover cambios en la cultura de gestión orientada a los ciudadanos y al cumplimiento de la agenda 2030.

 

Usos del 'blockchain' en las ciudades


Todos esos sistemas funcionan gracias a la tecnología blockchain (cadena de bloques) cuya base son los datos. Y ejemplos de su uso en ciudades de todo el mundo ya hay muchos. Desde las inversiones multimillonarias del Smart City Program de Dubái, a otros menores como el uso que el gobierno de Estonia hace de esta tecnología para dar a sus habitantes el control de sus datos personales; pasando por ciudades como Nueva York o estados como Virginia Occidental, que han probado ya el blockchain para intercambiar electricidad o votar por el móvil, respectivamente. Gotemburgo, Chicago, Singapur, China y sus pagos por reconocimiento facial… la lista es casi interminable. 

Estas ciudades inteligentes han inspirado iniciativas como Blockchain4Cities, un grupo de trabajo de la Organización de las Naciones Unidas para investigar cómo puede el blockchain mejorar la gobernanza local. El grupo de expertos que compone este grupo de trabajo señala la seguridad en la transmisión de información como la principal fortaleza de esta tecnología.

¿En qué sectores puede el blockchain mejorar la gobernanza de las ciudades? 

Seguridad: La cadena de bloques mejora la protección de los datos personales almacenados.

Energía: Los contratos inteligentes basados en blockchain facilitan a los domicilios que se abastecen con placas solares el intercambio automático de la electricidad sobrante con otros miembros de la red eléctrica.

Movilidad: Las administraciones pueden saber en qué zonas y con qué frecuencia se usa el coche (manteniendo siempre la privacidad de las personas), y así lanzar campañas localizadas para que promover el transporte público. 

Residuos: El blockchain puede proporcionar información de los contenedores en tiempo real a los ciudadanos y al servicio de recogida de residuos para que sepan en cada momento si están llenos o vacíos.

Participación: Las plataformas blockchain garantizan la seguridad, la fiabilidad, la transparencia y el anonimato en las consultas a la población, como elecciones, encuestas, referéndums, etc.

Comunicación directa: El blockchain posibilita que las administraciones públicas y los ciudadanos puedan interactuar de forma digital, sin necesidad de intermediarios, agilizando así trámites que hasta el momento hay que hacer de forma presencial. 

Además, puede beneficiar otros servicios como la gestión de recursos hídricos, el control de la calidad del aire o el cuidado de parques y jardines.

La tecnología blockchain no ha llegado para quedarse, sino que ya está aquí. Ahora solo hace falta aprovechar su potencial en busca del bien común.