La violencia contra mujeres y niñas se enquista en la región

Los gobiernos de la región dedican cada año muchos recursos en campañas para prevenir el dengue, para concienciar a la población del peligro sanitario que puede generar la picadura de un mosquito y para evitar la propagación de la enfermedad y las muertes que genera. Unas campañas que funcionan y mantienen alerta a toda la población.  Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), entre 2010 y 2022 fallecieron 1,241 personas a causa del dengue en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y República Dominicana.

Pero ¿y si en lugar de 1,241 muertes hubieran sido 20,153, dieciséis veces más? Todo el mundo se llevaría las manos a la cabeza. Habría campañas en las escuelas, en medios de comunicación y en los barrios. Nadie cuestionaría que se dedicaran enormes recursos para frenar las muertes. Nadie dudaría de las cifras ni de la veracidad de los datos. Y, desde luego, nadie atacaría a los gobiernos por luchar contra un problema de tal envergadura.

Y ¿por qué 20,153 muertes y no 10,000 o 100,000? Pues porque esa es una estimación de las mujeres y niñas asesinadas en el mismo período de tiempo y en los mismos países, según datos del Proyecto Regional Infosegura, una iniciativa del del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en América Latina y el Caribe en colaboración con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Dieciséis veces más mujeres y niñas asesinadas que personas muertas por dengue. ¿Es posible que todavía haya quien cuestione esas cifras o, directamente, las justifique? Una situación, la de la violencia y discriminación contra la mujer, que parece perpetuarse con el tiempo.

Eso al menos se desprende del nuevo Índice de Normas Sociales de Género (GSNI por sus siglas en inglés) que ha publicado el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a partir de los últimos datos de la Encuesta Mundial de Valores (EMV).

Este Índice revela la falta de avances en la superación de los prejuicios contra las mujeres en la última década. Aproximadamente 9 de cada 10 hombres y mujeres en el mundo siguen manteniendo en la actualidad un sesgo contra las mujeres. La mitad de la población global todavía cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, y más del 40 % opina que los hombres son mejores ejecutivos empresariales. Un alarmante 25 % de la población cree que está justificado que un marido le pegue a su esposa.

“Las normas sociales que menoscaban los derechos de las mujeres perjudican también a la sociedad en su conjunto y frenan la expansión del desarrollo humano. De hecho, la falta de avances en las normas sociales de género tiene lugar en medio de una crisis de desarrollo humano: en el Índice sobre Desarrollo Humano (IDH) de 2020 descendieron los valores por primera vez en la historia del informe, y lo mismo ocurrió el año siguiente. Todo el mundo gana si garantizamos la libertad y la capacidad de actuar de las mujeres”, sostiene Pedro Conceição, Director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD.

El informe subraya el papel fundamental de los gobiernos a la hora de cambiar las normas sociales de género. Por ejemplo, las políticas en materia de permisos de maternidad y paternidad han transformado la percepción respecto a las responsabilidades en los trabajos de cuidados, y las reformas del mercado de trabajo también han generado cambios en la forma de percibir la contratación de mujeres.

A pesar de la prevalencia continuada de sesgos contra las mujeres, los datos indican que el cambio sí es posible. Entre los 38 países con datos comparables en el tiempo, 27 experimentaron un aumento en la proporción de personas sin sesgo en ninguno de los indicadores. Los autores del informe remarcan que, si queremos impulsar el cambio hacia una mayor igualdad de género, es necesario poner el foco en la expansión del desarrollo humano a través de la inversión y la innovación.

Esto supone, entre otras cosas, invertir en medidas legislativas y de política que promuevan la igualdad de las mujeres en la participación política o el refuerzo de los sistemas sociales de protección y cuidado.

La innovación puede jugar aquí un papel fundamental para hacer frente a las normas sociales dañinas, las actitudes patriarcales, y los estereotipos de género. Como ejemplo, la lucha contra los mensajes de odio y la desinformación respecto a los temas de género en Internet puede contribuir a una evolución de las normas sociales de género hacia una mayor aceptación e igualdad.

Estamos a medio camino de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en la Agenda 2030, pero queda mucho por hacer para acabar con la lacra de la discriminación y la violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado.

Consultar el informe (en inglés)