Juventud, armas y desigualdad, un cóctel letal

armas y jóvenes
Foto de Max Kleinen en Unsplash

Existe un grupo de población en algunas zonas de Centroamérica, el de los hombres jóvenes de áreas urbanas, que han crecido en entornos altamente violentos desde etapas muy tempranas de sus vidas. Una violencia que impacta en sus familias, sus escuelas y sus comunidades, y va poco a poco socavando sus capacidades para enfrentar situaciones adversas.

 

Ya sea por violencia directa (ser víctima de un hecho de violencia) o por violencia indirecta (ser testigo de un hecho de violencia), estos jóvenes están en contacto con muchos tipos de delitos desde su infancia. Unas veces es violencia machista dentro de sus casas, otras nada más cruzar la puerta en forma de robos comunes, homicidios y pandillas. En ocasiones incluso en la propia escuela viven situaciones difíciles. Y en muchos de los casos hay un denominador común: las armas de fuego.

De hecho, miles de jóvenes de entre 18 y 30 años pierden la vida en la región por armas de fuego, la inmensa mayoría son hombres. 3,220 solo el año pasado (295 fueron mujeres). 56,646 en una década, según datos del Proyecto Regional Infosegura, una iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en América Latina y el Caribe en colaboración con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Y eso so sin contar las personas desaparecidas.

Hasta 3.5 millones de armas de fuego ilegales circulaban libremente y sin control en Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Costa Rica, según las últimas estimaciones sobre posesión de armas por parte de la población civil de la ong Small Arms Survey. Y hay, además, otros dos millones registradas legalmente.

Cuando un joven, menor de edad en muchas ocasiones, a veces incluso niños, se hace con una de esas armas, el cóctel se vuelve explosivo. De hecho, el 45% de las víctimas de homicidio en año pasado en la región tenían entre 18 y 30 años, y casi el 90% eran hombres según el Análisis sobre la situación de la violencia y seguridad ciudadana 2022 de Infosegura.

Este análisis, una referencia en toda la región para estudiar la violencia, destaca que en Centroamérica y República Dominicana se usaron armas de fuego en el 78.6% del total de los homicidios. El resto fueron cometidos con arma blanca (13.1%,) y objetos contundentes (2.9%). Otras armas y los registros sin dato representan el 5.4%.

Así, cada uno de los 365 días de 2022, 25 personas perdieron la vida en la región, de las que 11 tenían menos de 30 años. 9,154 víctimas de homicidio en total, para una tasa de 18.4 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

La conclusión positiva del análisis es que desde 2015 hay una clara reducción del número de muertes en la región, desde cifras que superaban los 100 homicidios por cada 100.000 habitantes en algunos países en aquel año, hasta las actuales tasas casi en la media de América Latina y el Caribe. La tendencia a la baja se estabilizó en 2021, pero volvió a reducirse en 2022. La tasa regional se contrajo en 1.6 puntos, y pasó de 20.0 a 18.4 homicidios por cada 100 mil habitantes, la más baja de los últimos nueve años.

Armas y escuela
Al margen de la violencia y la delincuencia comunes, la amplia circulación de millones de armas por toda la región tiene su reflejo también en las escuelas.

Según el estudio Armas de fuego en escuelas de América Latina y el Caribe: Aproximaciones, desafíos y respuestas), del Centro Regional de las Naciones Unidas para la Paz, el Desarme y el Desarrollo en América Latina y el Caribe (UNRILEC), se produjeron 23 sucesos relacionados con armas de fuego en el interior de escuelas entre 2010 y 2019. Cinco ocurrieron en Guatemala, otros tantos en Panamá, cuatro en Honduras, cuatro más en Costa Rica, tres en República Dominicana y dos en Belice.

La mayoría de los sucesos documentados en el monitoreo de prensa llevado a cabo por UNLIREC para elaborar este estudio estuvieron relacionados con hallazgos, portaciones y usos. En toda América Latina la cifra llegó hasta los 122 incidentes, la mayoría de ellos en Argentina (30), México (28) y Brasil (13).  

Los ingredientes de este peligroso cóctel son conocidos: armas, crimen organizado, pandillas, falta de oportunidades/espacios de inclusión, impunidad, patrones culturales reproductores de violencia, entre otros. La mezcla de todos ellos es lo que ha hecho de la región la más insegura del mundo durante muchos años.

Reducir el impacto de la violencia armada en nuestras sociedades pasa por fortalecer los controles y reducir la amplia disponibilidad de armas en circulación, así como también por promover un cambio cultural que nos permita entender que las armas no protegen, sino al contrario. Pero también por abordar desde el análisis objetivo de los datos las soluciones a un tema complejo que requiere del trabajo articulado de las instituciones nacionales, locales y la sociedad civil. Todos juntos podemos conseguir que las armas dejen de silenciar vidas en nuestra región.