Desinformación, la amenaza global del siglo XXI
Las amenazas para la seguridad mundial han cambiado mucho en las últimas décadas. El siglo XXI, el de Internet, el de la realidad aumentada, el de las redes sociales, etc, enfrenta nuevos retos ante los que aún tenemos que encontrar fórmulas para combatirlos, como por ejemplo mediante la creación y aplicación de marcos regulatorios efectivos frente al cambiante mundo tecnológico.
En todo el planeta, pero en nuestra región en particular, una de esas amenazas contra la seguridad avanza poco a poco sin hacer casi ruido, aunque sus efectos pueden ser devastadores a medio plazo. Se trata de un problema que pone en peligro la integridad de la información y la calidad de la democracia: hablamos de la desinformación.
Aunque no es algo nuevo, este fenómeno ha crecido exponencialmente en los últimos años, y no distingue entre fronteras, ideologías o estratos sociales. Es una amenaza que se cierne sobre temas como migración, seguridad ciudadana, equidad de género o población LGBTQ, pero que repunta aún más si cabe durante los procesos electorales, cuando la propagación de noticias falsas y discursos polarizados alcanza su punto culminante, poniendo en peligro la calidad del debate público y la integridad de las elecciones.
"Los procesos electorales representan un momento de riesgo especialmente elevado con respecto a la difusión de noticias falsas y discurso de odio", advierte Emanuele Sapienza, Asesor de Políticas del PNUD en América Latina y el Caribe y experto en desinformación. Para Sapienza, éste no es un problema exclusivo de un grupo demográfico o político específico. “Todo el mundo es susceptible de desinformarse y contribuir a la propagación de la desinformación, a veces de forma involuntaria”, asegura.
Los efectos de la desinformación van más allá de la esfera informativa. La calidad de la democracia puede verse socavada, y el desempeño económico de los países se ve amenazado. La cohesión social y la confianza pública se debilitan, lo que puede empeorar la polarización social. En este sentido, Sapienza recuerda las palabras de la escritora y teórica política de origen alemán Hannah Arendt (1906- 1975): "El resultado de una sustitución consistente y total de la verdad fáctica por la mentira no es que las mentiras ahora sean aceptadas como verdad y la verdad difamada como mentira, sino que el sentido por el cual nos orientamos en el mundo real está siendo destruido".
Para el experto del PNUD, la falta de alfabetización mediática es un factor de riesgo significativo en la propagación de la desinformación en Centroamérica y el Caribe. La educación juega, por tanto, un papel crucial en la lucha contra la proliferación de noticias falsas y la promoción de la responsabilidad informativa.
Si bien la desinformación puede propagarse a través de diversos canales, desde los medios de comunicación tradicionales hasta las redes sociales, “son estas últimas las que plantean desafíos específicos”, dice Sapienza. Los algoritmos que priorizan contenidos en las plataformas de redes sociales pueden contribuir a la difusión de información engañosa o incluso reproducir estigmas y formas de discriminación. Además, las plataformas de mensajería encriptada, como Twitter (ahora X) y Telegram, representan un desafío adicional, “ya que gran parte de la información que circula por estos servicios escapa al escrutinio público”, recuerda el experto del PNUD.
Para abordar estos retos, el PNUD ha asumido un papel de liderazgo en la región. Los Laboratorios de Aceleración del PNUD trabajan para comprender cómo se propaga la información falsa en diferentes contextos. En ocho países de América Latina, desde Argentina hasta México pasando por Paraguay, Ecuador, Colombia o República Dominicana, se están implementando iniciativas innovadoras. Algunas incluyen desde la verificación de hechos en plataformas participativas hasta campañas de comunicación y talleres de capacitación para periodistas.
En su labor de difusión basada en evidencias, Infosegura promovió después de la pandemia de Covid-19, un evento virtual llamado: “Narrativas y contaminación informativa sobre grupos vulnerables en Panamá y Venezuela”. Se trataba de un episodio de los llamados DatAcción, la comunidad de práctica e intercambio de experiencias y gestión del conocimiento de Infosegura para conectar, visibilizar y dinamizar el trabajo de las Oficinas de País, del Centro Regional, de todas las contrapartes gubernamentales y de las organizaciones de la academia y sociedad civil.
Para enfrentar efectivamente la desinformación en la región, es crucial fomentar la alfabetización mediática y mejorar la capacidad de las instituciones públicas para proporcionar acceso a fuentes de información fiables y precisas. Sapienza subraya que "no existen soluciones simples para abordar la desinformación, es necesario armar respuestas integradas que abarquen enfoques múltiples".
En la lucha contra la desinformación en América Latina, la colaboración es esencial. Desde ciudadanos informados hasta instituciones, gobiernos y medios de comunicación, cada actor desempeña un papel crucial en la preservación de la integridad informativa. Un desafío que trasciende las fronteras y la ideología y que requiere de un enfoque colectivo y comprometido para conseguir una sociedad informada y empoderada.