¿Por qué a los delincuentes no les gusta la luz?

Artículo sobre cómo una buena iluminación urbana mejora la percepción de seguridad y reduce los niveles de delincuencia.
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Cada año se producen en el mundo miles de millones de focos o bombillas. Aunque las tradicionales incandescentes se están sustituyendo por otras led, más eficientes y de mayor vida útil, su función sigue siendo la misma: iluminar.

Sabemos que desde que Thomas Alva Edison presentase en sociedad la primera bombilla allá por 1879, este invento ha hecho más fáciles nuestras vidas. Lo que no se sabe a ciencia cierta son cuántas agresiones sexuales, cuántos robos o cuántos homicidios ha evitado ese objeto tan aparentemente insustancial.

Y es que la luz es uno de los mejores aliados de la seguridad en las ciudades... y uno de los mayores enemigos de los delincuentes, que se lo piensan dos veces antes de cometer un delito en zonas bien iluminadas.

De hecho, esta es una de las recomendaciones del recién terminado Curso en Seguridad Ciudadana, Justicia y Cohesión Social de la plataforma FormAcción del Proyecto Regional Infosegura, la iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en América Latina y el Caribe en colaboración con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

En concreto, el curso advierte de que la instalación de luminarias tipo led en barrios, parques y calles debe ser una de las prioridades en cualquier programa de seguridad ciudadana que lleven a cabo los gobiernos locales para reducir la delincuencia y la inseguridad.

Por un lado, vivir en zonas bien iluminadas supone un gran impacto social, puesto que la luz produce una percepción de seguridad entre los ciudadanos y genera dinámicas de convivencia. Además, el uso de luces blancas led facilita el reconocimiento facial y una mejor percepción de colores, tanto a simple vista como a través de cámaras de vigilancia.

La falta de luz es, además, causa de accidentes, especialmente de bicicletas, patines y peatones, tanto por caídas como por atropellos, ya que no disponen de luces suficientemente potentes para ser vistos o, por ejemplo, para ver el estado de la calzada.

No podemos olvidar que las nuevas luces led suponen un ahorro de energía y, por tanto, una reducción de emisiones de CO2.

Un estudio realizado por el Crime Lab de Nueva York hace unos años, reveló que el aumento de los niveles de iluminación en algunas áreas de la ciudad con altos niveles de delincuencia, escogidas de forma aleatoria, redujo un 7% los delitos graves como homicidios, robos y asaltos con agravante, así como ciertos delitos contra la propiedad. Específicamente por la noche, la reducción fue del 39%.

En América Latina tenemos ejemplos de sobra para saber que mejorar la iluminación de las ciudades contribuye a reducir los delitos.


Santo Domingo, República Dominicana. En la capital dominicana se renovaron edificios, se mejoró la iluminación y se promocionó el turismo cultural en la zona colonial de la ciudad.

San Pedro Sula, Honduras. Entre los esfuerzos de las autoridades para reducir la tasa de criminalidad destacan la instalación de sistemas de iluminación más eficientes en calles y parques, la rehabilitación de áreas verdes y la promoción de actividades comunitarias. Como resultado, se ha observado una disminución de los delitos y una mejora en la percepción de seguridad en ciertas zonas de la ciudad.

Montevideo, Uruguay. El desarrollo de nuevos espacios públicos y áreas recreativas, como la Rambla de Montevideo, con áreas verdes bien mantenidas y, sobre todo, con una iluminación adecuada, han contribuido a generar un entorno seguro y atractivo para los ciudadanos.

Quito, Ecuador, con proyectos de regeneración urbana en el centro histórico a través de la renovación de edificios, mejora de la iluminación y promoción de actividades culturales.

Aguascalientes, México. Las autoridades cambiaron las luces amarillas por unas blancas en algunas zonas de la ciudad. Esto permitió que los ciudadanos aprovecharan más el espacio y que la incidencia delictiva se redujese hasta en un 40%.

La evidencia respalda la idea de que una iluminación eficiente y bien planificada puede disuadir a los delincuentes al sentirse más vulnerables, mientras que habilita entornos más seguros para los residentes. La iluminación adecuada no solo mejora la visibilidad, sino que también fomenta la vigilancia natural, alienta la apropiación del espacio público y promueve un mayor sentido de comunidad.

Pero no olvidemos que una buena iluminación urbana debe ir acompañada de estrategias integrales de seguridad que incluyan la colaboración entre fuerzas policiales, el desarrollo social, la educación, la participación ciudadana y la atención a las causas subyacentes de la delincuencia.